Cómo ayudar a un niño con mutismo selectivo en casa

Cómo ayudar a un niño con mutismo selectivo en casa

Hablar por él, intuir lo que quiere o interpretar sus gestos son algunas de las acciones que debemos evitar a la hora de ayudar a un niño con mutismo selectivo

El mutismo selectivo es una problemática que se engloba dentro de los llamados Trastornos de Ansiedad. Suele aparecer durante la infancia y se caracteriza por un fracaso constante a la hora de hablar en situaciones sociales en las que se espera que lo haga. Todo ello a pesar de contar con un desarrollo normativo del lenguaje, una competencia cognitiva ajustada a lo esperable para su edad y comunicarse verbalmente sin dificultad en algunos contextos. Es más, en aquellos lugares o con aquellas personas con las que puedan sentirse cómodos, como podría ser con sus allegados, estos niños podrían llegar a considerarse, incluso, habladores.

Mutismo selectivo

Esto, con frecuencia, da lugar a malentendidos puesto que tanto padres como profesores tienden a pensar que los niños se comportan de la misma manera en todas las situaciones. Por ejemplo, si un niño no habla en el colegio, el profesor puede pensar que el niño tampoco habla en casa y, de la misma manera, un padre cuyo hijo es hablador en casa podría pensar que también lo es en el centro educativo. Es por ello por lo que resulta fundamental la comunicación con el centro escolar y, por supuesto, una valoración completa que descarte otras problemáticas.

Asimismo, hay que indicar que, ante una misma situación, la presencia de diferentes personas puede incrementar o disminuir considerablemente los síntomas tales como rigidez corporal, ausencia de interacción física o evitación de contacto ocular.

Mutismo selectivo

Mutismo selectivo

Dicho esto, ¿qué podemos hacer como padres para ayudar a un niño con mutismo selectivo?

  • Aportar un entorno de afecto, seguridad, comunicación y comprensión.
  • Enseñarle conductas adecuadas de interacción verbal y no verbal. Por ejemplo, saludar o pedir jugar mirando a los ojos.
  • Evitar la sobreprotección, intentando a toda costa no hablar por él, interpretar sus gestos o adivinar lo que necesita.
  • Jugar de manera simbólica con él, especialmente, recreando o teatralizando escenarios que le generen malestar.
  • Organizar eventos o hacer partícipe al niño de situaciones en las que se facilite la comunicación con otras personas. Por ejemplo, invitar a niños a casa, ir al parque, a un cumpleaños, apuntarle a una actividad extraescolar, etc.
  • Recurrir, inicialmente, a juegos de mesa que requieran una limitada producción verbal como la oca, el dominó o el “quién es quiéno, bien, a juegos de movimiento (mímica, imitación de gestos, etc.) o de producción de sonidos corporales (palmadas, golpes, soplidos, etc.).
  • Participar en la interacción con otros niños, actuando de mediadores y modelos.
  • Reforzar todas las conductas, sean o no verbales, que el niño realice con otras personas, especialmente, con los compañeros o iguales, exponiendo lo agradable que es estar y jugar con otros niños y tener amigos.
  • Ampliar progresivamente el círculo de amistades. Inicialmente, se comenzaría con una persona.
  • No forzarle a hablar en situaciones sociales en las que se observen altos niveles de ansiedad, es decir, no se debe insistir en que responda a un saludo o a preguntas de otras personas. El resultado podría ser completamente opuesto al esperado, generando más ansiedad en él.
  • Evitar comentarios referentes a si ha o no hablado. Esto es: no preguntar si ha hablado en clase, cuándo va a empezar hablar, etc.
  • Procurar no anticiparle consecuencias negativas por no hablar ni compararle con otros niños que sí lo hagan.

En cualquier caso, es recomendable que todas estas medidas se realicen bajo el seguimiento y orientación de un profesional que, tras el correspondiente diagnóstico, mantenga una comunicación continuada tanto con la familia como con el centro escolar y coordine las acciones oportunas en cada caso.

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5 claves para evitar los celos entre hermanos

5 claves para evitar los celos entre hermanos

Hacer partícipes a los niños del cuidado de su nuevo hermanito, dedicarles tiempo de forma exclusiva y reconocer sus destrezas son algunas de las estrategias con las que podemos gestionar, adecuadamente, la envidia entre hermanos

Los celos entre hermanos resultan ser una situación frecuente en muchas familias, que van ligados a numerosos cambios comportamentales y llamadas de atención…pero, ¿qué podemos esperar? Los niños pasan de la exclusividad, de ser el centro de atención de sus padres, de tener todos sus juguetes para ellos solos e, incluso, su propia habitación a tener que compartirlo todo tras la llegada del nuevo miembro. No obstante, está de nuestra mano que esos celos, hasta cierto punto, comprensibles se minimicen o acaben convirtiéndose en un problema.

A continuación, les exponemos algunas claves para conseguir reducirlos:

  • Atender sus demandas: es usual que los busquen atención y quieran jugar o ser escuchados mientras atendemos a su hermano o hacemos cualquier otra actividad, ya sea de ámbito doméstico o laboral. Ante esta circunstancia, podemos posponer su petición (“en cinco minutos, cuando mamá acabe esto, nos ponemos a leer ese cuento que tanto te gusta”) o, bien, hacerle partícipe de la tarea que estemos haciendo, en el caso que nos ocupa, del cuidado del bebé, como ya explicaremos más adelante (“si quieres, puedes ayudarme a cambiar al hermanito y, luego, cuando ya esté limpito, nos ponemos a leer el cuento”). De este modo, el pequeño se siente útil y, lo más importante, pasa tiempo con nosotros. En ningún caso, debemos negarle atención ni colaboración ni mucho menos justificarnos con que estamos haciendo algo al bebé, ya que, así, lo único que conseguiríamos es sembrar el rechazo hacia su hermano.
  • Buscar tiempo para dedicarles individualmente: con la llegada de un nuevo hijo, es de esperar que ya no se pueda dedicar todo el tiempo deseado al mayor. Es decir, ya los tiempos de juego con él y de atención, en general, se ven reducidos. Sin embargo, es importante que mantengamos un espacio para cada uno con el fin de que el niño sienta que, aunque la situación haya cambiado, continúa siendo especial y querido por sus padres.
  • Evitar las comparaciones: debemos partir de la base de que cada niño es diferente y, por tanto, no tiene porqué contar con las mismas habilidades que su hermano. Por ejemplo, el pequeño puede ser bueno en los estudios y no destacar en el deporte mientras que, a su hermano, puede ocurrirle todo lo contrario. Dicho esto, como padres, la opción más acertada sería destacar las habilidades con las que cada uno cuenta sin menospreciar al otro.
Cómo evitar los celos entre hermanos
  • Fomentar el vínculo entre ellos: propicia momentos de juego o experiencias entre ambos hermanos, sin la participación de ningún adulto. Con ello, conseguimos que cultiven la complicidad, la estima y, por consiguiente, el cuidado mutuo.
  • Promover la participación en los cuidados del otro: en el caso de que los celos aparezcan en los primeros meses de vida de un nuevo miembro de la familia, es importante involucrar a los niños en su cuidado (la comida, el baño, el cambio de pañal, etc.) y alentarles a su aprecio. De esta manera, conseguiremos que el pequeño lo perciba como una responsabilidad, como alguien que requiere de su cuidado.

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¿Cómo promover la Inteligencia Emocional en los niños?

¿Cómo promover la Inteligencia Emocional en los niños?

Aprender a identificar, expresar y gestionar las emociones resulta fundamental para que los niños puedan disfrutar de una óptima y saludable Inteligencia Emocional

La Inteligencia Emocional es la capacidad que tenemos de identificar, entender y regular nuestras emociones, que nos ayuda a ser más felices y a establecer relaciones más saludables con las demás personas. Dicho esto, es de gran importancia cultivarla desde que somos muy pequeños y, en Amenara, te ayudamos a hacerlo mediante las siguientes estrategias:

  • Identificar: es conveniente ayudar al niño en la identificación de las diferentes emociones básicas: alegría, asco, enfado, miedo, sorpresa y tristeza. Para ello, previamente, debemos asegurarnos de que comprende el significado de cada una de ellas y, luego, podemos trabajarlas preguntándole, por ejemplo, qué tal ha ido el día y extrayendo de su respuesta diferentes escenarios. Esto es: si el niño nos dice que le han roto el juguete que había llevado al colegio, podemos alentarle a decir qué sintió en ese momento.
  • Expresar tus emociones: nosotros como padres actuamos como modelos de nuestros hijos tanto directa como indirectamente. Es por ello que, si nuestro objetivo es que aprendan a transmitir lo que les ocurre y lo que sienten, es importante que les demos ese ejemplo, contándoles cómo nos sentimos ante determinadas situaciones. Por ejemplo, “hoy estoy un poco triste porque han despedido a una gran compañera en el trabajo” o, bien, “me enfado mucho cuando no recogen la mesa”.
  • Regular: es posible que, en algún momento, los niños tengan una rabieta y, en consecuencia, tiendan a gritar o, incluso, a golpear a personas o cosas. Por ello, debemos ayudarles a canalizar esa emoción y a buscar una alternativa a ese tipo de conductas. Por ejemplo, podemos acondicionar con nuestro hijo un lugar en casa al que pueda recurrir cuando esté enfadado con el objetivo de relajarse. Cabe señalar que en él no deben faltar elementos que inviten a la tranquilidad como libros, música, plastilina o pinturas. De este modo, ante una rabieta, el niño acudirá a su rinconcito y, tras haberse relajado, podremos hablar con él sobre lo ocurrido.
  • Normalizar: debemos enseñarle que no está mal sentir una determinada emoción en un momento dado, es decir, que no pasa nada por estar triste, enfadado ni contento, dado que, simplemente, es el resultado de lo que un determinado evento nos hace sentir.
Inteligencia Emocional en Paracuellos de Jarama y Miramadrid
  • Trabajar la empatía: no se trata únicamente de conocernos y saber cómo nos sentimos sino de tener en cuenta cómo lo que hacemos o decimos puede repercutir en las emociones de las demás personas. Por ello, si por ejemplo, nuestro hijo ha empujado a un niño, deberemos ayudarle a reflexionar sobre cómo se habrá sentido ese niño y porqué. Cabe señalar que la empatía, también, la podemos trabajar por medio de cuentos: ¿cómo se puede sentir este personaje? ¿por qué has llegado a esa conclusión? De este modo, no sólo fomentamos el desarrollo de la empatía de nuestro hijo sino también la lectura.

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5 beneficios de sonreír

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Con motivo del Día Mundial de la Sonrisa, nuestros psicólogos han elaborado esta infografía con el objetivo de dar a conocer algunas de las ventajas que tiene sonreír. ¿Conocías alguna?

Tristeza y depresión en Paracuellos de Jarama y Miramadrid

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