¿Qué es el hambre emocional?

¿Qué es el hambre emocional?

La búsqueda de refugio en la comida nos conduce a una ingesta impulsiva y excesiva, así como a alimentos, en su mayoría, ultraprocesados

¿Cuándo estás triste te apetece comer chocolate? ¿Tienes un mal día y recurres a tu comida favorita? Cuando hablamos de hambre emocional, nos referimos a la necesidad de comer con la finalidad de regular nuestras emociones. Estaríamos, por tanto, empleando la alimentación en un vano intento de gestionar nuestro estado de ánimo: aburrimiento, enfado, estrés... 

Entonces, podríamos preguntarnos: ¿deberíamos de evitar recurrir a la comida para celebrar un evento o premiarnos por haber alcanzado un objetivo? La respuesta es que no. No se trata de irnos del blanco al negro. Hay una amplia gama de grises entre ambos. Celebrar, darnos un capricho o recompensarnos con una buena cena, no está mal. El problema aparece cuando lo convertimos en nuestra principal herramienta para hacer frente a las diferentes emociones que podamos tener.

Hambre emocional

En ese caso, no sólo ponemos en riesgo nuestra salud física sino que, a pesar de poder contar con un momento placentero, el malestar, que pretendemos abordar, no desaparece tras la ingesta. De hecho, es posible que se incremente, generando sentimientos de culpabilidad y/o vergüenza. Esto se debe a que, cuando sentimos ese impulso por comer, en la mayor parte de los casos, se consume en exceso y se recurre a alimentos poco saludables e hipercalóricos como sería el caso de los ultraprocesados (pizzas precocinadas, hamburguesas, bollería...).

En contraposición, cuando el hambre es real (fisiológico), no se tienen preferencias por un alimento en concreto, es decir, “cualquier cosa” puede resultar apetecible. Además, la sensación al terminar de comer es positiva: nos sentimos bien.

Hambre emocional

Hambre emocional

¿Se podría decir que existen personas propensas al hambre emocional? Por supuesto. Hay ciertos condicionantes que pueden repercutir en él, de los que destacamos: altos niveles de estrés y autocrítica, dificultades para la gestión emocional y la soledad. Por su parte, el exceso de control también puede suponer un problema. Por ejemplo, con dietas muy restrictivas, nos ponemos en riesgo de sufrir una “explosión” de hambre emocional.

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¿Cualquier grado de ansiedad es malo?

¿Cualquier grado de ansiedad es malo?

Disponer de cierto grado de ansiedad, nos ayuda a desenvolvernos de manera eficaz en situaciones de la vida cotidiana que consideramos "amenazantes" como, por ejemplo, un examen o una entrevista de trabajo

La ansiedad la podemos definir como una anticipación a una situación desagradable, que nos desencadena preocupación e inquietud. A pesar de su aparente connotación negativa, en nuestro día a día, resulta fundamental contar con cierto grado de ansiedad puesto que nos permite tomar las medidas necesarias para hacer frente, de manera adecuada, a esas situaciones que consideramos "peligrosas". Por ejemplo, de cara a un examen es posible que, de no contar con cierto grado de preocupación, no nos esmeremos en prepararlo y, en consecuencia, los resultados no sean los esperados.

Dicho esto, resulta interesante distinguir entre dos tipos de ansiedad:

  • Ansiedad como estado: alude a un estado emocional transitorio propio de un evento concreto, que percibimos como amenazante.
  • Ansiedad como rasgo: hace referencia a una tendencia a percibir cualquier situación, por simple que nos pueda parecer, como peligrosa o problemática. Es por ello, que las personas que suelen presentar este tipo ansiedad son más propensas a desarrollar trastornos relacionados.
Psicólogo para ansiedad en Paracuellos de Jarama y Miramadrid

Es de importancia señalar que cuando la preocupación supera cierto grado de intensidad, así como su función adaptativa, nos encontramos ante un trastorno de ansiedad. En él, la persona se encuentra muy nerviosa y con un temor excesivo, presentando, en muchos casos, pensamientos intrusivos, irritabilidad, dificultades para concentrarse y sensación de desbordamiento a nivel psicológico. De igual forma, a nivel físico, podría tener palpitaciones, sudoración excesiva, disnea o problemas digestivos.

Por tanto, este grado de ansiedad supondría un malestar significativo en la persona hasta el punto de generarle un problema para desenvolverse correctamente en los diferentes ámbitos de su vida. En consecuencia, es posible que una opción recurrente sea la evitación de aquellas situaciones que le generen incomodidad.

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